sábado, 18 de enero de 2014

No damos concesiones Los videojuegos siguen confundiendo la provocación con el shock


Estaba yo el otro día caminando por las solitarias calles de Internet cuando de pronto me encontré con una pieza escrita que clamaba algo que me llamó la atención: los videojuegos no tienen censura y se atreven con todo, son provocativos y temerarios. Dejé pasar el pensamiento y seguí caminando porque hay demasiada pornografía por verse, pero al tumbarme y mirar al techo en la fría noche no podía sino pensar en algo.

“No. No coincido con eso. Para nada”.

La promesa de que los videojuegos van a mirar a nuestro entorno y sacar alguna conclusión interesante es una que llevo esperando ver cumplida durante lo que ya creo que son años, pero oh, desgracia, por lo general tienen menos fuerza de voluntad que yo y en el último momento se echan atrás. Lástima. Y me dicen por ahí que la escena de la tortura de Trevor en GTA V es provocativa y que Nada de ruso de Modern Warfare 2 es prueba de la libertad creativa de los videojuegos.

Una vez más, ese pensamiento. “No me parece así”.



Voy a ser un poco perezoso y acudir a mi memoria reciente, pero tampoco es que necesite trabajar mucho en este caso para demostrar que aún estamos en pañales. Hace poco vi la trilogía Paraíso de Ulrich Seidl, tres reflexiones desde la perspectiva de tres mujeres sobre el amor, la fe y la esperanza, tal y como postulan sus nombres. La caja me asegura que Seidl es “el director más controvertido de nuestro tiempo”, así que demonios, metamos caña desde aquí.

La magia de la citada trilogía es lo brutalmente humana y descarnada que es. Casi cuesta llamar al resultado “cine”, porque hay tanta naturalidad que no diría que estos son actores interpretando una ficción. El director nos presenta escenas como una mujer fea, gorda y anciana tratando de forzar una escena de sexo romántico con un hombre que sólo quiere sacarle los cuartos, una señora masturbándose con una cruz en representación de su hipocresía y sus bajezas más humanas frente a sus esperanzas de alcanzar la trascendencia y pureza cristianas o una prepúber que se emborracha y enrolla con el primer joven que se encuentra en un bar para tener sexo y olvidarse que es gorda y virgen en un entorno donde todo el mundo parece haber tenido más aventuras que Indiana jones. A primera vista estas escenas parecen plantearse desde el simple shock, pero hay sutiles mecanismos trabajando detrás. La cámara está lo suficientemente lejos como para que simplemente observemos, jueces de unos eventos que no podemos controlar, mientras los personajes confrontan sus miedos y deseos.

Ahora miremos a los videojuegos. Volvamos a Call of Duty, que presenta los horrores del terrorismo internacional en un segundo para cinco minutos después entretenernos con una sección de tiroteos. Cinco minutos antes estábamos disparando a otras personas para divertirnos. Está bien que se hayan atrevido a hacerlo, pero lo cierto es que sólo ha sido un interludio. La escena de tortura de GTA V sería una crítica maniquea a los infames métodos de interrogación estadounidenses si no fuese porque su auténtico propósito es recordarnos que, en efecto, Trevor es un psicópata, y eso es lo que la hace tan interesante: la disociación del protagonista. Pero en realidad no podemos alejarnos mucho de nuestra zona de confort antes de que alguien nos diga que volvamos. Cuando se descubrió que en Tomb Raider uno de los isleños a los que se enfrentaba Lara la miraba con ojos lascivos mientras le tocaba los bajos la gente se escandalizó porque “oh, la va a violar”, así que en la versión final del juego simplemente la asfixia hasta matarla, lo cual sin duda es más correcto. Porque sí, tienes razón, un demente que lleva años viviendo entre hombres en una isla perdida de la mano de Dios sería educado, tendría una cita con ella y traería rosas ¿en qué estoy pensando?


El gran problema es que confundimos términos. Como ya dije, muchas veces se confunde “madurez” con “violencia”, “inteligencia” con “pretensión”. Aquí parece que se entiende “provocación” como “descaro”. Oh, las mujeres de God of War tienen los pechos al aire, cuán atrevido.

No me malinterpretéis, creo en este medio y lo amo con todo mi corazón. De otro modo pasaría horas escribiendo artículos, leyendo sobre él y redactando y montando vídeos. Vale, hay juegos que se atreven con algo más, como la frialdad de Papers, Please o el cinismo de LA Noire. Pero de momento son una mínima fracción de una imagen demasiado grande que, por mucho que quiera, no está sacudiendo mentes. No tenemos un Club de la Lucha. Espero con ansias el día que llegue, pero de momento el principal compromiso de los videojuegos parece ser continuar viejos tropos. Mi gran ejemplo sigue siendo Watch Dogs, que prometía una reflexión sobre la sociedad de la información pero ahora parece que nos pondrá frente a una clásica historia de venganza. Pueden fingir, pueden prometer, pueden dar todos los datos que quieran, pero luego The Division será un shooter en tercera persona y Killzone: Shadow Fall, un FPS militar más. Si aprecio tanto Spec Ops: The Line es porque se atreve a llegar hasta el final y hablar sobre el tipo de gente tan miserables que somos, mientras que el resto de títulos son tan complacientes con el jugador que parece que tratase con niños pequeños.

He leído que la edad media de los jugadores ronda los 30 años. Creo que podemos permitirnos una reflexión ocasional o alguna verdad incómoda.

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